Alternativa responsable - Cinco Días, 23/01/2009
Algunos creen que la responsabilidad social de la empresa (RSE) ha muerto con la crisis. Son los que nunca creyeron en ella. Son los que la confundían con la acción social de las empresas o con el marketing social. O los que creían que la RSE se practica sólo cuando hay abundantes y únicamente bajo criterios de rentabilidad financiera. O los que centraban su política de RSE en una estrategia de reputación corporativa sin comprender que ésta es una buena medida inseparable de la responsabilidad de la empresa y, en buena medida, consecuencia de ella.
Ha habido y hay demasiada confusión conceptual sobre la RSE. Mucho desconocimiento y, sobre todo, excesivo contrabando semántico entre RSE y propaganda social. Por eso no nos extraña que, en cuanto han soplado los vientos huracanados de esta tormenta económica y financiera, algunos expresamente y otros en complaciente silencio, están extendiendo oportunistas e irresponsables actas de defunción a la RSE
Es un análisis equivocado y un pronóstico que no se cumplirá. Varias son las razones que queremos compartir:
l Bien analizada, la crisis que estamos sufriendo es precisamente una crisis de irresponsabilidad: la de las hipotecas subprime; la de las empresas de rating; la de los defraudadores financieros; la de inversores especuladores; la de los altos e injustificados salarios y bonus; la de las ganancias financieras desproporcionadas y a corto plazo; la de quienes se han acomodado en sectores burbuja sin planificación futura; la de quienes no han hecho previsiones y esfuerzos en tiempos buenos para sortear los malos. La sociedad está pagando hoy las consecuencias de esas prácticas y actitudes y su creciente irritación le hará huir mañana de todos estos comportamientos. Crece así la línea de exigencia de los consumidores, de los inversores, de los trabajadores, de los ciudadanos al fin, para con las empresas. Al margen de que esa exigencia social múltiple es un fenómeno objetivo e inevitablemente creciente a medida que aumenta la formación, la conciencia, la vertebración y, en definitiva, la madurez de la sociedad y de sus instituciones.
Si las demandas de la sociedad hacia las empresas se hacen patentes, esa línea gruesa que impulsa la RSE consolidará su evolución. De manera que bien podríamos extraer una primera conclusión y es que la RSE, como cultura prudente y sostenible del negocio, saldrá fortalecida de esta crisis.
l Los fallos clamorosos en la regulación nacional y en la coordinación de la supervisión internacional, en los controles internos y externos, etcétera, van a transformarse, seguro, en un aumento de los sistemas de información sobre la vida de las empresas, sobre su actividad financiera y sobre sus decisiones estratégicas. Crecerán los instrumentos de análisis de múltiples organismos sobre los riesgos de las compañías. Se revisarán y fortalecerán los índices bursátiles que premian a las empresas sanas, estables, sostenibles, responsables en suma. Crecerá la exigencia de transparencia y buen gobierno de los consejos de administración hacia accionistas y otros stakeholders de las empresas y debería crecer la exigencia de los Gobiernos hacia algunas empresas (máxime cuando son muchos los fondos públicos que se les están facilitando en estos momentos).
En definitiva y segunda conclusión, la empresa acentuará su transparencia informativa, estará mucho más vigilada por accionistas, inversores, consumidores, representantes de los trabajadores y comunidad en general, en un marco más regulado, más exigente sobre su responsabilidad y sostenibilidad y eso fortalece la cultura de la responsabilidad social y sostenible de las empresas.
l La visión cortoplacista de la actividad empresarial y la búsqueda del máximo beneficio en el menor plazo han salido derrotados: son casi siempre causa de resultados trágicos.
Como ejemplo directo recordemos las remuneraciones extraordinarias a los ejecutivos en la concesión de hipotecas, generadoras de las basuras hipotecarias, o los incentivos por resultados a los directivos que, al igual que las políticas inapropiadas de remuneración a los directivos, acaban primando la rentabilidad financiera a corto plazo de empresas, las cuales terminan siendo descapitalizadas o quedando en grave riesgo de competitividad por falta de inversiones y de apuestas estratégicas a largo plazo. Ha llegado la hora de una revisión profunda al sistema de remuneración de los directivos. ¿Para cuándo alguna concesión de malus tras tanto bonus? ¿Y por qué no unos ligados a objetivos alcanzados en materia de RSE?
Una crisis como ésta es una auténtica lección de prudencia y del sentido de la responsabilidad-sostenibilidad en el núcleo del negocio. Lección que es de esperar haya sido bien aprendida en las entidades financieras, constructoras e inmobiliarias, etcétera, para trasladarse a continuación a toda la actividad económica y a la formación universitaria y de posgrado en la gestión empresarial.
l La crisis fortalece los valores de la nueva economía, la basada en el conocimiento y en la información, en la tecnología y en la inversión, en la formación continua y en la I+D+i. La apuesta por esos valores, por unas relaciones laborales de calidad que atraen a los mejores y los fidelizan a la empresa, sale fortalecida de una crisis que golpea y castiga lo contrario. Una empresa limpia, ecológica, sostenible, con una vitola de responsabilidad social emerge de la crisis con un plus de competitividad frente a la empresa tóxica e irresponsable.
l Por último, la crisis intensificará la vigilancia de las empresas hacia sus proveedores. La creciente vulnerabilidad de las grandes firmas en la globalización económica y en la sociedad de la información les obligará a extremar sus cuidados en la subcontratación y a establecer crecientes controles a la trazabilidad de sus productos agregados. Esta será, así, una nueva oportunidad de fortalecer y extender la cultura responsable-sostenible a las pymes, factor fundamental en un proyecto expansivo de la RSE al mundo productivo.
De manera que, ¿quién dijo aquello de que las crisis no deben deprimirnos, sino estimularnos? Pues eso, en la larga marcha por una economía de mercado, sí, pero con empresas responsables social y medioambientalmente. Esta crisis que nos ahoga debe ser una oportunidad de avanzar en la responsabilidad y en la sostenibilidad de las empresas.
Alternativa responsable. Alternativa Responsable está formada por Ramón Jáuregui, Juan José Almagro, Marta de la Cuesta, Javier Garilleti, Marcos González, Jordi Jaumà, José Ángel Moreno, José Miguel Rodríguez e Isabel Roser
www.alternativaresponsable.org
Algunos creen que la responsabilidad social de la empresa (RSE) ha muerto con la crisis. Son los que nunca creyeron en ella. Son los que la confundían con la acción social de las empresas o con el marketing social. O los que creían que la RSE se practica sólo cuando hay abundantes y únicamente bajo criterios de rentabilidad financiera. O los que centraban su política de RSE en una estrategia de reputación corporativa sin comprender que ésta es una buena medida inseparable de la responsabilidad de la empresa y, en buena medida, consecuencia de ella.
Ha habido y hay demasiada confusión conceptual sobre la RSE. Mucho desconocimiento y, sobre todo, excesivo contrabando semántico entre RSE y propaganda social. Por eso no nos extraña que, en cuanto han soplado los vientos huracanados de esta tormenta económica y financiera, algunos expresamente y otros en complaciente silencio, están extendiendo oportunistas e irresponsables actas de defunción a la RSE
Es un análisis equivocado y un pronóstico que no se cumplirá. Varias son las razones que queremos compartir:
l Bien analizada, la crisis que estamos sufriendo es precisamente una crisis de irresponsabilidad: la de las hipotecas subprime; la de las empresas de rating; la de los defraudadores financieros; la de inversores especuladores; la de los altos e injustificados salarios y bonus; la de las ganancias financieras desproporcionadas y a corto plazo; la de quienes se han acomodado en sectores burbuja sin planificación futura; la de quienes no han hecho previsiones y esfuerzos en tiempos buenos para sortear los malos. La sociedad está pagando hoy las consecuencias de esas prácticas y actitudes y su creciente irritación le hará huir mañana de todos estos comportamientos. Crece así la línea de exigencia de los consumidores, de los inversores, de los trabajadores, de los ciudadanos al fin, para con las empresas. Al margen de que esa exigencia social múltiple es un fenómeno objetivo e inevitablemente creciente a medida que aumenta la formación, la conciencia, la vertebración y, en definitiva, la madurez de la sociedad y de sus instituciones.
Si las demandas de la sociedad hacia las empresas se hacen patentes, esa línea gruesa que impulsa la RSE consolidará su evolución. De manera que bien podríamos extraer una primera conclusión y es que la RSE, como cultura prudente y sostenible del negocio, saldrá fortalecida de esta crisis.
l Los fallos clamorosos en la regulación nacional y en la coordinación de la supervisión internacional, en los controles internos y externos, etcétera, van a transformarse, seguro, en un aumento de los sistemas de información sobre la vida de las empresas, sobre su actividad financiera y sobre sus decisiones estratégicas. Crecerán los instrumentos de análisis de múltiples organismos sobre los riesgos de las compañías. Se revisarán y fortalecerán los índices bursátiles que premian a las empresas sanas, estables, sostenibles, responsables en suma. Crecerá la exigencia de transparencia y buen gobierno de los consejos de administración hacia accionistas y otros stakeholders de las empresas y debería crecer la exigencia de los Gobiernos hacia algunas empresas (máxime cuando son muchos los fondos públicos que se les están facilitando en estos momentos).
En definitiva y segunda conclusión, la empresa acentuará su transparencia informativa, estará mucho más vigilada por accionistas, inversores, consumidores, representantes de los trabajadores y comunidad en general, en un marco más regulado, más exigente sobre su responsabilidad y sostenibilidad y eso fortalece la cultura de la responsabilidad social y sostenible de las empresas.
l La visión cortoplacista de la actividad empresarial y la búsqueda del máximo beneficio en el menor plazo han salido derrotados: son casi siempre causa de resultados trágicos.
Como ejemplo directo recordemos las remuneraciones extraordinarias a los ejecutivos en la concesión de hipotecas, generadoras de las basuras hipotecarias, o los incentivos por resultados a los directivos que, al igual que las políticas inapropiadas de remuneración a los directivos, acaban primando la rentabilidad financiera a corto plazo de empresas, las cuales terminan siendo descapitalizadas o quedando en grave riesgo de competitividad por falta de inversiones y de apuestas estratégicas a largo plazo. Ha llegado la hora de una revisión profunda al sistema de remuneración de los directivos. ¿Para cuándo alguna concesión de malus tras tanto bonus? ¿Y por qué no unos ligados a objetivos alcanzados en materia de RSE?
Una crisis como ésta es una auténtica lección de prudencia y del sentido de la responsabilidad-sostenibilidad en el núcleo del negocio. Lección que es de esperar haya sido bien aprendida en las entidades financieras, constructoras e inmobiliarias, etcétera, para trasladarse a continuación a toda la actividad económica y a la formación universitaria y de posgrado en la gestión empresarial.
l La crisis fortalece los valores de la nueva economía, la basada en el conocimiento y en la información, en la tecnología y en la inversión, en la formación continua y en la I+D+i. La apuesta por esos valores, por unas relaciones laborales de calidad que atraen a los mejores y los fidelizan a la empresa, sale fortalecida de una crisis que golpea y castiga lo contrario. Una empresa limpia, ecológica, sostenible, con una vitola de responsabilidad social emerge de la crisis con un plus de competitividad frente a la empresa tóxica e irresponsable.
l Por último, la crisis intensificará la vigilancia de las empresas hacia sus proveedores. La creciente vulnerabilidad de las grandes firmas en la globalización económica y en la sociedad de la información les obligará a extremar sus cuidados en la subcontratación y a establecer crecientes controles a la trazabilidad de sus productos agregados. Esta será, así, una nueva oportunidad de fortalecer y extender la cultura responsable-sostenible a las pymes, factor fundamental en un proyecto expansivo de la RSE al mundo productivo.
De manera que, ¿quién dijo aquello de que las crisis no deben deprimirnos, sino estimularnos? Pues eso, en la larga marcha por una economía de mercado, sí, pero con empresas responsables social y medioambientalmente. Esta crisis que nos ahoga debe ser una oportunidad de avanzar en la responsabilidad y en la sostenibilidad de las empresas.
Alternativa responsable. Alternativa Responsable está formada por Ramón Jáuregui, Juan José Almagro, Marta de la Cuesta, Javier Garilleti, Marcos González, Jordi Jaumà, José Ángel Moreno, José Miguel Rodríguez e Isabel Roser
www.alternativaresponsable.org