23.2.10

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LA NUEVA 'DOCTRINA DEL SCHOCK'. LA RECUPERACIÓN DE UN PAÍS DESTROZADO

La reconstrucción de Haití se plantea como un sabroso negocio
Denis O'Brien invita a los empresarios a explotar las "playas maravillosas Naomi Klein insta a "congelar la concesión de contratos privados" Clinton lidera la búsqueda de ayudas para reactivar el país "Los que tengan algún proyecto de inversión que pasen por la mesa de haití", dijo el ex presidente en Davos

LA VANGUARDIA- ANDY ROBINSON Dublín. Enviado especial 23/02/2010

A los lectores del libro de Naomi Klein La doctrina del shock les habría resultado familiar la escena del último Foro Económico Mundial de Davos cuando Bill Clinton y el empresario irlandés Denis O'Brien invitaban a los vips de la economía global a involucrarse en la reconstrucción de Haití.

"No lo hagan por altruismo"

El multimillonario irlandés Denis O´Brien, presidente del grupo Digicel y con importantes intereses en Centroamérica, invitó a los empresarios reunidos en Davos a invertir en el maltrecho Haití. O´Brien dijo a sus interlocutores: "No lo hagan por motivos altruistas sino económicos"

"Haití es un tarro de miel"

Para la periodista canadiense Naomi Klein, investigadora del movimiento antiglobalización, "Haití es un tarro de miel y hay muchas moscas". Klein opina que los desastres en estados débiles suelen ser oportunidades idóneas de negocio para las multinacionales y para instituciones financieras

Klein plantea en su superventas –llevado a la gran pantalla por Michael Winterbottom (director de Camino a Guantánamo, Un corazón invencible o 24 hour party people)– una tesis chocante: los desastres naturales o inducidos en estados débiles suelen ser oportunidades idóneas para que empresas multinacionales e instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI) fuercen la agenda de privatización, liberalización y que, en general, conviertan la catástrofe en un jugoso negocio. Ocurrió tras el Katrina, en Nueva Orleans; el tsunami y el huracán Mitch. Hay "una forma fundamentalista de capitalismo" que "siempre ha necesitado catástrofes para avanzar", plantea.

Y en Davos, tal como Klein preveía, Haití se veía como una oportunidad. "Quiero que todos los que tengan algún proyecto de inversión que se pasen por la mesa de Haití que hemos montado aquí mismo en Davos", dijo Bill Clinton –enviado especial de la ONU en Haití– ante un auditorio de consejeros delegados de multinacionales, gestores de hedge funds (fondos especulativos) y demás empresarios billonarios.

O'Brien, por su parte, pidió un plan Marshall para Haití e invitó al sector privado a rentabilizarlo. "No lo hagan por motivos altruistas sino económicos", dijo el magnate irlandés de telecomunicaciones que ha creado un patrimonio personal de 2.200 millones de dólares en el sector de la telefonía móvil, primero en Irlanda, luego en el Caribe y Centroamérica. En Haití la empresa de O'Brien, Digicel, con sede en el paraíso fiscal de Bermudas, tiene dos millones de clientes –más del 60% del mercado– y, con el reparto gratuito de miles de móviles tras el terremoto, pronto tendrá mas.

Clinton, mediante la fundación Iniciativa Global Clinton, y O´Brien –que ha donado tres millones de dólares para Haití–, encabeza la búsqueda de ayudas e inversiones para la reconstrucción de Puerto Príncipe. Pretenden adoptar el mismo modelo de desarrollo favorable a la economía de mercado que el economista británico Paul Collier elaboró antes del terremoto. Una fórmula basada en inversiones extranjeras en "turismo, la manufactura ligera, agricultura y biodiésel", según explicó Collier en la revista Foreign Policy.

O'Brien y Clinton destacaban en Davos las posibilidades de las fábricas de confección de ropa, los call centers y el turismo de cruceros. O'Brien –propietario de urbanizaciones turísticas de alto standing como Catalunya Resort en Caldes de Malavella– invitó a empresarios en Davos a aprovechar las "maravillosas playas" en el norte de Haití y a seguir el ejemplo de las cadenas hoteleras Best Western y Choice, así como de la empresa de cruceros de Miami Royal Caribbean. "No soy la agencia estatal de promoción, pero si venís a Haití os mostraré las posibilidades que hay", apuntó O'Brien en Davos.

Pero, en Dublín, pocos elegirían a O'Brien como embajador del Haití posterremoto. Acusado de evasión fiscal en Irlanda, el empresario de 47 años se encuentra bajo investigación judicial por presuntos sobornos en la adjudicación de la segunda licencia de telefonía móvil en Irlanda en 1995, que luego vendió a British Telecom por 2.000 millones de dólares. "Si los haitianos dependen de O'Brien para reconstruir su país, que Dios les ayude", afirmó Jim Stewart, catedrático de Ciencias Económicas del Trinity College. Una visión compartida por muchos en Dublín. "O'Brien es el paladín del capitalismo shock de Naomi Klein", dijo Michael Taft, del sindicato Unite.

Tras una movilización mundial de donativos, cientos de millones de créditos blandos del FMI y una campaña de la ONU que pretende recaudar 1.400 millones de dólares en ayudas gubernamentales, "Haití es un tarro de miel y hay muchas moscas", manifestó Klein en una entrevista con Newsweek. Insta a los responsables a "congelar la concesión de contratos privados hasta que los haitianos puedan participar en un plan nacional de reconstrucción".

Pero el reparto de la doctrina shock ya empieza. "Hay oportunidades en la desgracia", opina el asesor financiero Scott Rothbort. "Empresas de construcción, de energía, servicios médicos van a estar en la vanguardia de la reconstrucción", señala, y destaca posibles inversores: Caterpillar, General Electric, Deere, Fluor. Jeremy Shahill, autor del libro Blackwater, advierte que diversas firmas de seguridad militar en EE.UU. han firmado contratos millonarios para "proteger" a ONG y medios de comunicación.

Aunque Clinton y O'Brien insisten en la importancia de reforzar el Estado haitiano, las inversiones en su plan se incentivan con bajos impuestos pese a que la recaudación tributaria en Haití sea una de las mas bajas del mundo, sólo al 10% del PIB. Las empresas de confección de ropa, con salarios de entre dos y cuatro dólares al día, "no pagan los impuestos necesarios para fortalecer el sector público en Haití", dice Klein. El plan de reconstrucción "excluye el Estado", afirma Marc Weisbrot, del Centro de Investigación sobre Política Económica en Washington. Era previsible. Cuando el Gobierno haitiano propuso antes del terremoto una subida de impuestos a la telefonía móvil, O'Brien protestó y amenazó con desinvertir.

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