Como siempre, sin hacer alusiones directas ni personales –pero obvias- al trasfondo político que hay detrás de esta crisis institucional, querría dar una visión un tanto peculiar de ésta, como suelo hacer, como especialista en gestión de crisis que soy desde hace casi 25 años.
LA POLÍTICA SIEMPRE EN LA TRASTIENDA
Sin duda, más allá del presunto caso de malversación de fondos públicos o no, en el Palau de la Música (y, al perecer, adyacentes, como La Agrupación Mútua, etc.), en este caso hay unas implicaciones políticas claras y notorias. Sin vaticinar el futuro ni entrar en la cuestión económica del asunto, solo formulo unas preguntas que dejan clara mi visión sobre el tema: ¿Por qué este tipo de asuntos -con una clara repercusión política y social- salen, precisamente, ante la necesidad de algún consenso político, como por ejemplo, la aprobación de los presupuestos generales del estado, la negociación de la financiación de Catalunya o similares? ¿No es una forma sutil –algunos le llaman comunicación política- de negociar y/o ablandar la intransigencia de algunos políticos en ciertos asuntos o de lograr, como mínimo, su apoyo? ¿Saltarían a la palestra temas como este si existiera –por fin- una ley sobre la -desde siempre- obscura financiación de los partidos políticos y de los sindicatos? Es evidente que la situación anómala de instituciones como el Palau de la Música salpica de alguna manera a muchas otras instituciones públicas y/o privadas involucradas o a un Consorcio donde están representados varios organismos públicos, como el Ministerio, la Generalitat o el Ayuntamiento. Aparte, claro está, de la participación activa, lucrativa y poco ética de los personajes presuntamente inculpados, a pesar de ser –hasta ahora- supuestos honorables e intachables señores de la sociedad catalana. Ni que decir tiene que la participación desmesurada de ciertos medios de comunicación es también un signo claro de la alineación política de este asunto, sobre todo cuando los medios, actual y lamentablemente, están jugando un papel indigno de partidismo e intereses políticos!
LA IMAGEN DAÑADA
El Palau de la Música es una institución catalana de primer orden, aparte de un símbolo histórico de la burguesía y un indudable patrimonio arquitectónico y artístico de nuestra ciudad, Barcelona. Así que en esta crisis está en juego –aparte del mencionado entorno político supuestamente tapado- la credibilidad de la Institución en sí, de la honorabilidad de la burguesía catalana, de la ciudad y del país. Porque, aparte de evidenciar el alto nivel de corrupción aceptada que hay en la sociedad española en general (digan lo que digan los rankings), pone en duda muchas otras cosas, como la independencia de la justicia, la poca meritocracia que existe (manifiestada en el excesivo amiguismo y familiarismo) en la burguesía, la honorabilidad de ciertas personalidades públicas y, una vez más, pone en solfa el caduco sistema económico actual, manifiesto en el escaso control de los organismos públicos y la complicidad y connivencia existente en ciertos sectores públicos o privados.
Habría que pensar qué opinará la comunidad internacional que observa este asunto en los medios, las empresas que supuestamente patrocinan voluntariamente a entidades culturales como el Palau y, sobre todo, el estupor y la pérdida de confianza en el futuro entre los jóvenes, aún más en un momento en que éstos no tienen siquiera la oportunidad de iniciarse en el mundo profesional por falta de oportunidades laborales!
TODA CRISIS ES UNA OPORTUNIDAD
Toda crisis –personal, empresarial o de sistema- es siempre una oportunidad única e inigualable para mejorar las cosas maltrechas o degeneradas por el mal uso. Pero una crisis es solo un síntoma, aunque los efectos puedan -en algunas ocasiones- resultar devastadores. Ni que decir tiene que en el Caso Palau (no quiero personalizarlo con el nombre Millet, como si fuera el único implicado, tal como están haciendo algunos medios) no depurará responsabilidades políticas, ni forzará cambios relevantes en instituciones afines, ni tan siquiera se clarificarán los hechos a través de una supuesta comisión de investigación política. Todo eso, como suele suceder, se pactará sigilosamente en los despachos y luego se dejará en manos de la propia justicia para que, en su excesivamente dilatado proceso, tome las medidas oportunas… cuando se crea oportuno o, lo que es casi lo mismo, cuando la opinión pública haya prácticamente olvidado los hechos. Eso sí, las personas que como yo se dedican a trabajar para mejorar la reputación de otras instituciones u organismos similares o afines, trabajarán de valiente para evitar el consiguiente efecto dominó que se dará de cara a la opinión pública, intentando demostrar la presunta transparencia y buena voluntad de otras instituciones y organismos similares, así como de otros –hasta ahora- presuntos personajes honorables de Catalunya. ¿Algún día una crisis servirá para que aprendamos de ella y mejoremos las cosas?
LA POLÍTICA SIEMPRE EN LA TRASTIENDA
Sin duda, más allá del presunto caso de malversación de fondos públicos o no, en el Palau de la Música (y, al perecer, adyacentes, como La Agrupación Mútua, etc.), en este caso hay unas implicaciones políticas claras y notorias. Sin vaticinar el futuro ni entrar en la cuestión económica del asunto, solo formulo unas preguntas que dejan clara mi visión sobre el tema: ¿Por qué este tipo de asuntos -con una clara repercusión política y social- salen, precisamente, ante la necesidad de algún consenso político, como por ejemplo, la aprobación de los presupuestos generales del estado, la negociación de la financiación de Catalunya o similares? ¿No es una forma sutil –algunos le llaman comunicación política- de negociar y/o ablandar la intransigencia de algunos políticos en ciertos asuntos o de lograr, como mínimo, su apoyo? ¿Saltarían a la palestra temas como este si existiera –por fin- una ley sobre la -desde siempre- obscura financiación de los partidos políticos y de los sindicatos? Es evidente que la situación anómala de instituciones como el Palau de la Música salpica de alguna manera a muchas otras instituciones públicas y/o privadas involucradas o a un Consorcio donde están representados varios organismos públicos, como el Ministerio, la Generalitat o el Ayuntamiento. Aparte, claro está, de la participación activa, lucrativa y poco ética de los personajes presuntamente inculpados, a pesar de ser –hasta ahora- supuestos honorables e intachables señores de la sociedad catalana. Ni que decir tiene que la participación desmesurada de ciertos medios de comunicación es también un signo claro de la alineación política de este asunto, sobre todo cuando los medios, actual y lamentablemente, están jugando un papel indigno de partidismo e intereses políticos!
LA IMAGEN DAÑADA
El Palau de la Música es una institución catalana de primer orden, aparte de un símbolo histórico de la burguesía y un indudable patrimonio arquitectónico y artístico de nuestra ciudad, Barcelona. Así que en esta crisis está en juego –aparte del mencionado entorno político supuestamente tapado- la credibilidad de la Institución en sí, de la honorabilidad de la burguesía catalana, de la ciudad y del país. Porque, aparte de evidenciar el alto nivel de corrupción aceptada que hay en la sociedad española en general (digan lo que digan los rankings), pone en duda muchas otras cosas, como la independencia de la justicia, la poca meritocracia que existe (manifiestada en el excesivo amiguismo y familiarismo) en la burguesía, la honorabilidad de ciertas personalidades públicas y, una vez más, pone en solfa el caduco sistema económico actual, manifiesto en el escaso control de los organismos públicos y la complicidad y connivencia existente en ciertos sectores públicos o privados.
Habría que pensar qué opinará la comunidad internacional que observa este asunto en los medios, las empresas que supuestamente patrocinan voluntariamente a entidades culturales como el Palau y, sobre todo, el estupor y la pérdida de confianza en el futuro entre los jóvenes, aún más en un momento en que éstos no tienen siquiera la oportunidad de iniciarse en el mundo profesional por falta de oportunidades laborales!
TODA CRISIS ES UNA OPORTUNIDAD
Toda crisis –personal, empresarial o de sistema- es siempre una oportunidad única e inigualable para mejorar las cosas maltrechas o degeneradas por el mal uso. Pero una crisis es solo un síntoma, aunque los efectos puedan -en algunas ocasiones- resultar devastadores. Ni que decir tiene que en el Caso Palau (no quiero personalizarlo con el nombre Millet, como si fuera el único implicado, tal como están haciendo algunos medios) no depurará responsabilidades políticas, ni forzará cambios relevantes en instituciones afines, ni tan siquiera se clarificarán los hechos a través de una supuesta comisión de investigación política. Todo eso, como suele suceder, se pactará sigilosamente en los despachos y luego se dejará en manos de la propia justicia para que, en su excesivamente dilatado proceso, tome las medidas oportunas… cuando se crea oportuno o, lo que es casi lo mismo, cuando la opinión pública haya prácticamente olvidado los hechos. Eso sí, las personas que como yo se dedican a trabajar para mejorar la reputación de otras instituciones u organismos similares o afines, trabajarán de valiente para evitar el consiguiente efecto dominó que se dará de cara a la opinión pública, intentando demostrar la presunta transparencia y buena voluntad de otras instituciones y organismos similares, así como de otros –hasta ahora- presuntos personajes honorables de Catalunya. ¿Algún día una crisis servirá para que aprendamos de ella y mejoremos las cosas?